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Es muy distinto creer en un Dios que está fuera que en un Dios que está dentro.
Este último es el Dios de Jesús.
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Por lo tanto, Dios es un Dios para mezclarlo con la vida, no tanto para rezar o
invocarle. El Dios mezclado con la vida sufre con el fracaso humano y disfruta
con el éxito de la vida. Él es quien más ha apostado.
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Este Dios toma partido por el débil. No es Dios de los poderosos. Incita a
tomar partido por el débil. Hoy, en concreto, se nos pone delante con toda
crudeza el problema del hambre en el mundo. No podemos permanecer indiferentes.
Nos haría cómplices.
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Además, Dios ama y perdona sin condiciones. Ahora que ha empezado el Adviento animémonos
ya a celebrar el perdón generoso del Padre.
Siempre se puede mejorar la idea de Dios y eso
tiene que llevarnos a otro estilo de religiosidad, a un afán por humanizar la
vida.
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