SAN
ANDRÉS era un pescador. Jesús lo llamó
cuando estaba arreglando las redes y el sintió curiosidad por saber
quién era Jesús, cómo vivía, qué decía...
se sintió atraído.
Eso
es lo importante. Los cristianos no lo somos por seguir una serie de verdades,
de celebraciones, de mandamientos. Somos
cristianos si nos sentimos interrogados, atraídos, por Jesús de Nazaret: su persona, sus dichos,
sus hechos.
Y
normalmente una persona llega a ser cristiana
por ver a otra persona que lo es.
Cuando
vemos a un cristiano, nos interrogamos ¿por qué está tan feliz, por qué actúa
así...? Y profundizando, descubrimos a
Jesús.
Andrés
descubre a Jesús y se lo comunica corriendo a su hermano Pedro. Porque para él
era una grandísima noticia, un hallazgo enorme.
Ser
cristiano no es cargar con pesadas cruces de dogmas, normas, ritos... sino por
descubrir que Jesús nos llama y nos ofrece un Plan de vida que nos da
felicidad.
Hacen
falta cristianos enamorados, entusiasmados con serlo. Si hacemos las cosas por
obligación, por norma, ahí poco entusiasmo hay. Y no transmitimos alegría, sino
pena.
Hemos descubierto a Jesús y con Él, el sentido y
la razón de nuestra vida y de nuestro existir.
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