jueves, 8 de junio de 2017

Yo no soy rico



Eso lo decimos todas las personas de los tres pueblos. Pero sí que tenemos un buen vivir. No nos falta y nos vamos defendiendo. Y eso posiblemente nos va creando un hábito de comodidad, de “con tal de estar yo bien, allá cuidados “.
Es curioso pero yo voy descubriendo y experimentando en la vida que las personas cuando no tenemos abundante, cuando pasamos dificultades, nos acordamos más de los demás, somos más generosos. Es aquello de la viuda del evangelio que echó en el cepillo dos monedas que era lo único que tenía.
La cultura de buen vivir nos puede ir conquistando y aunque no seamos millonarios, pero nos tira el pensar en casa y en mi comodidad. Y resulta que da gusto vivir cuando cada uno miramos por los demás. Y esto además no cuesta sacrificio, sino que produce una inmensa alegría a nosotros y a los demás.
Es un patrimonio que hemos recibido de nuestros mayores: la solidaridad entre todos, la ayuda a todos, el pensar en los demás.
Nuestros problemas se solucionan mucho más cuando todos somos para todos.

Cambiar el mundo



Muchas pequeñas cosas, hechas por personas sencillas, en muchas partes de la tierra, son capaces de cambiar el mundo
Hay pequeñas cosas:
-          coger un papel del suelo y echarlo a la papelera,
-          repartir unas hojas por las casas ,
-          recoger una medicina en la farmacia y llevársela al paciente,
-          dejar que pase otra persona al médico antes que yo,
-          hablar solo bien de las personas,
-          regalar una lechuga,
-          cubrir con el paraguas a quien se está mojando,
-          avisar que ha venido el camión de la pesca,
-          dejar el sitio para sentarse a otra persona,
-          visitar a un enfermo....
-          tener buen humor y manifestarlo
Podemos hacer la lista muy larga. Pero podemos darnos cuenta de que con estas cosas tan sencillas, podemos cambiar el mundo y hacerlo mucho más habitable.
Una persona regaló a otra vecina unas fresas y encima se las dio apañadas. Así se endulza el mundo. Mucho más que con todos los discursos.
Qué alegría me ha dado en el Mercado Solidario ver a los niños tocando sus instrumentos con los músicos mayores. Por ahí se empieza.

Mercado solidario.



Gerardo Villar Pérez

Yo ya sé que hago un poco el ridículo vendiendo números para una rifa en el mercado Solidario de las Cáritas de la zona de Santo Domingo. Pero es que la finalidad de esos dineros me animan: Crear un centro médico en República Dominicana, adonde van médicos de Logroño a ayudar y a crear un Teatro Popular contra la violencia en Bolivia.
Por supuesto que a nadie le obligo a colaborar.  Me gustaría más que diésemos el dinero voluntariamente sin pedir nada a cambio. Pero la salud de tantas personas. El que sufran no violencia de tantas mujeres, me parece algo importante para mi conciencia. Diría “voy mendigando para los pobres”.
Además hay una alegría. Ese dinero va directamente a través de los médicos. En concreto de Joaquin Yanguela y de  una monja de Cárdenas al Teatro de Bolivia.
Venzo mi pereza y mi vergüenza y me atrevo a pedir para ellos necesitados. ¿Qué pido yo cuando tengo necesidad? Ayuda, del tipo que sea. Me encanta la cantidad de personas que de una u otra forma colaboráis con estos proyectos. Felicidades. Cada uno actúa en su conciencia. Pero da gusto ver personas de tantos pueblos, cada una con su trabajo y su colaboración.
Lo siento como en el evangelio. Cuando Jesús vio a las muchedumbres sin comida, hizo que se repartiesen aquellos panes y peces. Y todas las personas pudieron comer. Qué suerte tengo que puedo  ser la voz de quienes lo necesitan.