Eso lo decimos todas las personas de los tres pueblos. Pero sí que
tenemos un buen vivir. No nos falta y nos vamos defendiendo. Y eso posiblemente
nos va creando un hábito de comodidad, de “con tal de estar yo bien, allá
cuidados “.
Es curioso pero yo voy descubriendo y experimentando en la vida que las
personas cuando no tenemos abundante, cuando pasamos dificultades, nos
acordamos más de los demás, somos más generosos. Es aquello de la viuda del
evangelio que echó en el cepillo dos monedas que era lo único que tenía.
La cultura de buen vivir nos puede ir conquistando y aunque no seamos
millonarios, pero nos tira el pensar en casa y en mi comodidad. Y resulta que
da gusto vivir cuando cada uno miramos por los demás. Y esto además no cuesta
sacrificio, sino que produce una inmensa alegría a nosotros y a los demás.
Es un patrimonio que hemos recibido de nuestros mayores: la solidaridad
entre todos, la ayuda a todos, el pensar en los demás.
Nuestros problemas se solucionan mucho más
cuando todos somos para todos.