viernes, 10 de octubre de 2014

Dios creó el firmamento

Por supuesto que cada persona tiene su interpretación de por qué existe la naturaleza y cómo verla.
El autor de este dibujo se ha fijado en la maravilla de la creación. Es un misterio el que funcionen los astros, que haya tantísimos millones, que hagan  su recorrido los cometas, que luzcan tantos siglos las estrellas, que el Sol caliente, que haya lluvia, que haya tantos árboles y peces y personas, que nuestros ojos vean y nuestro corazón funcione, que podamos pensar y reír.
También es cierto que existen los torrentes y las tormentas y los tsunamis… ¿cómo se explican? (hoy ya tienen explicación).
Más que buscar explicaciones, lo que yo hago es contemplar las cosas y desde luego me siento inmerso en tantas maravillas, en tanto misterio, en tanta vida, en tantas fuerzas…en tanto AMOR.

Y desde luego, el que funcionen bien depende muchas veces de las personas si lo usamos y lo tratamos bien.

Entender

Había un hombre que tenía cuatro hijos. Como parte de su educación, él quería que ellos aprendieran a no juzgar a las personas y las cosas tan rápidamente como suele hacerse. Entonces los envió a cada uno, por turnos, a ver un árbol de peras que estaba a gran distancia de su casa.
En su país había estaciones, así que el primer hijo fue en invierno; el segundo en primavera; el tercero en verano y el cuarto en otoño. Cuando todos habían ido y regresado, el padre los llamó y les pidió que describieran lo que habían visto.
El primer hijo dijo que el árbol era horrible, giboso y retorcido, parecía seco y sin vida.
El segundo dijo que no, que el árbol estaba cubierto de brotes verdes y lleno de retoños que prometían flores.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo: él dijo que estaba cargado de flores, que emanaba un aroma muy dulce y se veía hermoso; era el árbol más lleno de gracia que jamás había visto.
El último de los hijos tampoco estuvo de acuerdo con ninguno de ellos. Dijo que el árbol estaba cargado de peras maduras, lleno de savia y bienestar. Como los pájaros acudían al peral para comer de los frutos que se estaban marchitando, todo a su alrededor se llenaba de un exquisito aroma.
Entonces el padre les explicó a sus hijos que todos tenían la razón, porque ellos sólo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol. Y añadió que por eso no se podía juzgar a una persona por sólo ver una de sus temporadas: "La esencia de lo que son los hombres, el placer, la tristeza, el regocijo y el amor que vienen con la vida sólo pueden ser medidas al final, cuando todas las estaciones hayan pasado".
¿No será por esta razón que nos quedamos con una idea prefijada de una determinada estación de una persona, a partir de la cual la juzgamos el resto del tiempo?

¿No será que debemos entender a las personas como móviles y no como estacionarias?

La falsilla

Antes escribíamos en cuaderno con  cuadrados o con rayas para no torcernos.  Cuando cogemos un folio y no queremos subirnos ni bajarnos, ponemos debajo una hoja con líneas bien marcadas y así escribimos sobre ella.
A esas líneas las llamamos falsilla
Pues así corre en la historia. El Mensaje del evangelio, de Jesús, lo escribieron sobre las líneas, sobre la cultura, sobre los conocimientos que tenían de geografía, de la naturaleza, de la familia, del mundo. Y así pensaban que Dios estaba por allá arriba “en los cielos”, que el Sol giraba sobre la Tierra, que la vida estaba en la sangre, que Dios llovía, que las  tormentas eran un castigo de Dios enfadado. Era la forma de pensar de la cultura.
Lo importante es que al llegar otros tiempos y sobre todo, el siglo diecisiete, cambiamos de conocimientos y viene otra forma de pensar, otra falsilla. Y entonces nos damos cuenta que no depende de Dios el que llueva o no, sino de la naturaleza y sus leyes, que el cielo no es ningún lugar físico, sino  una expresión para indicar la alegría de estar viviendo en Dios.
Por decirlo de alguna forma sencilla: una cosa es el mensaje y otra el lenguaje con que se transmite: Jesús subió a los cielos: Jesús es glorificado;  al tercer día significa: a la definitiva…
Por eso es muy importante el ver hoy cuáles son los conocimientos y distinguir: lo que significaban las palabras y los hechos de Jesús en el momento que se escribieron y con qué lenguaje decirlo hoy.
Esto requiere un poco de comentario  y conocer un poco el evangelio

Un camino

Normalmente en la iglesia hemos tenido catequesis para la primera comunión, para la confirmación, para el matrimonio.
Ese camino hay que ve
rlo un poco distinto. No se trata de preparar para un sacramento y ya está, sino que es cuestión eso de ser cristiano de recorrer un camino: un proceso, unos pasos, unas experiencias conociendo y experimentando a Jesús en cada edad. Pero no quedarnos en los sacramentos sino seguir toda la vida creciendo, viviendo el evangelio en cada realidad, edad, circunstancia. Por eso, la catequesis no es aprender lo que hace falta para la comunión o para la confirmación o para la boda o para la enfermedad, sino vivir un camino y cuando se ve que uno  sabe y quiere comulgar, lo hace o se confirma. Pero que no sea un camino que se acaba.
La vida cristiana no se compone de actos puntuales aislados, sino de  un recorrido con Jesús de toda nuestra vida
Por eso, quiero invitar. Aquellos niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos, que quieran, pueden apuntarse a formar un grupo, no para la comunión o para confirmarse, sino para ir descubriendo y siendo cristianos a su edad.

Que luego ya recibirán el sacramento cuando ellos consideren que lo conocen y lo quieren.