Cuando hay un enfermo que sufre por cualquier accidente y llega el médico, lo primero que hace es abrir el botiquín y aplicarla las medicinas y los remedios que mejor le van. Luego ya llegará el momento de tomar notas, rellenar los impresos….
Así en la vida: cuando nos encontramos con una persona, lo primero es ayudarle, echarle una mano, sanarle en su espíritu y en su cuerpo. Si empezamos por echarle un sermón y acusarle de que lo hace mal, de que él es culpable de lo que está pasando, no le curamos. Si alguien llega con hambre, con necesidades, habrá que ayudarle a quitar ese hambre y luego ya buscaremos la forma de que sea responsable y se ponga en el camino de arreglarse.
En definitiva, que primero hay que ser samaritanos antes que jueces.
Y cuántas veces, escudándonos en los fallos de los demás, les dejamos tirados y no les ayudamos. Que es mucho más que darles un dinero. Es acompañarles para que vayan creciendo y sanando como personas. Pero eso solo lo podemos hacer desde el amor a esas personas.
Y siempre hay que estar abiertos a dar una oportunidad nueva. Siempre hay posibilidad de que esa persona cambie, se arregle. Yo diría que depende directamente del cariño con que le tratemos.
Siento que estamos muchos jueces con la ley en la mano y faltan médicos de personas con el corazón a flor de piel. Eso es lo que cura. Saquemos primero el botiquín y veamos qué necesita cada persona. Luego ya rellenaremos la ficha. Que por cierto al rellenarla, igual nos damos cuenta de que tiene muchas más cosas positivas de las que nos imaginábamos.
viernes, 31 de julio de 2009
LA COSECHADORA
Me va pasando varias veces. Voy por la carretera y se forma una larga fila de coches y camiones. Se ralentiza la marcha. Y es a causa de una cosechadora o algún vehículo lento que va por delante.
Confieso que lo primero que me viene es el enfado: hay que ir más de prisa porque tenemos que llegar pronto.
Es un signo de nuestra vida: vamos corriendo, a toda velocidad. Y resulta que al ir más despacio, disfruto más del paisaje.
Lo veo en muchos aspectos de la humanidad: es positivo el encontrarnos trabas que nos hacen caminar más despacio. Pero eso sí: caminar todos a una, cada uno a su ritmo. ¿Qué ocurriría si no fuesen las cosechadoras? ¿De dónde sacamos el pan?
Mi experiencia es que las personas más lentas por edad, enfermedad, discapacidades, humanizan mucho la vida, nos hacen más sensibles, nos llevan a acercarnos más unos a otros.
Todo momento de parada puede ser una buena oportunidad para pensar en el sentido de la vida, para pensar en el presente, para disfrutar del aquí y ahora. Y sobre todo, para pensar en las demás personas.
Que la vida no está hecha solo para los listos, los guapos, los fuertes, los rápidos, sino también para los lentos, los que somos menos brillantes
Gracias, cosechadora, conductor,.Seguramente lo pasas mal al ver los retrasos que se producen en torno tuyo. Pero te entiendo. Y me haces pensar y saborear un poco la vida.
Confieso que lo primero que me viene es el enfado: hay que ir más de prisa porque tenemos que llegar pronto.
Es un signo de nuestra vida: vamos corriendo, a toda velocidad. Y resulta que al ir más despacio, disfruto más del paisaje.
Lo veo en muchos aspectos de la humanidad: es positivo el encontrarnos trabas que nos hacen caminar más despacio. Pero eso sí: caminar todos a una, cada uno a su ritmo. ¿Qué ocurriría si no fuesen las cosechadoras? ¿De dónde sacamos el pan?
Mi experiencia es que las personas más lentas por edad, enfermedad, discapacidades, humanizan mucho la vida, nos hacen más sensibles, nos llevan a acercarnos más unos a otros.
Todo momento de parada puede ser una buena oportunidad para pensar en el sentido de la vida, para pensar en el presente, para disfrutar del aquí y ahora. Y sobre todo, para pensar en las demás personas.
Que la vida no está hecha solo para los listos, los guapos, los fuertes, los rápidos, sino también para los lentos, los que somos menos brillantes
Gracias, cosechadora, conductor,.Seguramente lo pasas mal al ver los retrasos que se producen en torno tuyo. Pero te entiendo. Y me haces pensar y saborear un poco la vida.
SEMBRANDO
Hay fincas que estuvieron el año pasado sembradas de un producto y este año han vuelto a brotar sin sembrarlas de nuevo.
Yo creo que así ocurre en la vida: Aquello que sembramos en un momento, produce su fruto más tarde.. No hay ninguna vida entregada que no produzca su fruto. Lo vemos en los padres, en la familia, en la sociedad. Siempre que una persona entrega su vida, habrá un fruto. Es cierto que muchas veces no se ve, pero ahí está y aparecerá cuando menos lo pensamos.
Es una anécdota real. Hace unos días estaba a las puertas del quirófano de San Pedro, esperando. Había otras varias familias. Una señora me miraba una y otra vez. Cuando a alguien pronunció mi nombre, ella me abordó y me dijo” tú eres Gerardo”.- Si. Pues yo soy (cambio los nombres) Juanita. Mira hace 25 años vine a tu casa en Ortigosa. Yo era drogadicta y mi novio también. Estaba en estado. Y no tenía ganas de tener el hijo. Me acogisteis en casa y nos buscasteis un piso en Logroño. Esto hace 25 años. Tuve el hijo. Mi novio siguió en la droga y más tarde murió. Yo me casé luego con otro y ahora tengo un trabajo en Logroño. Mis hijos tienen ya 24 y 22 años”.
Me llenó de alegría. Aquello poquito que hicimos de acogerlos y apoyarlos en su momento, ahora se ve en parte culminado .Una persona que se ha recuperado, un hijo que vive feliz.
Si cada uno miramos nuestra vida, sin duda que tenemos la experiencia de que nuestras pequeñas entregas han producido su fruto, porque “toda vida entregada da fruto”.
Es lo que celebramos en San Roque: su entrega a los enfermos de la peste, produjo su gran fruto, aunque muchas veces se viese solo y rechazado..Porque vete a saber cuándo se nota el fruto.
Yo creo que así ocurre en la vida: Aquello que sembramos en un momento, produce su fruto más tarde.. No hay ninguna vida entregada que no produzca su fruto. Lo vemos en los padres, en la familia, en la sociedad. Siempre que una persona entrega su vida, habrá un fruto. Es cierto que muchas veces no se ve, pero ahí está y aparecerá cuando menos lo pensamos.
Es una anécdota real. Hace unos días estaba a las puertas del quirófano de San Pedro, esperando. Había otras varias familias. Una señora me miraba una y otra vez. Cuando a alguien pronunció mi nombre, ella me abordó y me dijo” tú eres Gerardo”.- Si. Pues yo soy (cambio los nombres) Juanita. Mira hace 25 años vine a tu casa en Ortigosa. Yo era drogadicta y mi novio también. Estaba en estado. Y no tenía ganas de tener el hijo. Me acogisteis en casa y nos buscasteis un piso en Logroño. Esto hace 25 años. Tuve el hijo. Mi novio siguió en la droga y más tarde murió. Yo me casé luego con otro y ahora tengo un trabajo en Logroño. Mis hijos tienen ya 24 y 22 años”.
Me llenó de alegría. Aquello poquito que hicimos de acogerlos y apoyarlos en su momento, ahora se ve en parte culminado .Una persona que se ha recuperado, un hijo que vive feliz.
Si cada uno miramos nuestra vida, sin duda que tenemos la experiencia de que nuestras pequeñas entregas han producido su fruto, porque “toda vida entregada da fruto”.
Es lo que celebramos en San Roque: su entrega a los enfermos de la peste, produjo su gran fruto, aunque muchas veces se viese solo y rechazado..Porque vete a saber cuándo se nota el fruto.
La música de la vida
Hay un cuento que dice más o menos así”Pasaba un sordo entre personas que bailaban al son de la música de una orquesta. El, claro, no oía nada. Y decía”qué locos están estas personas bailando”.
Quizás a veces nos pasa así: no descubrimos la música de la vida, la belleza, los aspectos positivos. Y no disfrutamos de su belleza. Nos negamos a la alegría
Ahora que son fiestas, hay muchas cosas que nos invitan a la alegría. Pero, por encima de todo, no podemos depender para estar felices de si la música toca o no, de si hay alicientes externos que nos alegran. La gran alegría nace de nuestro interior. Podemos descubrir razones y motivos para estar felices. Podemos vivir las maravillas de la vida, aún en medio de dificultades. Igual es cuestión de entrenarnos en vivir con esperanza y dar un tono festivo a todo en nuestra vida ¿A que a veces damos la impresión de estar sordos y no captar lo positivo, la suerte de vivir, la maravilla de ser personas, de disfrutar de una familia, unos amigos, de estar rodeados de una rica naturaleza?
Si somos creyentes, descubrimos que Dios nos quiere y está siempre con nosotros.
Ojala estas fiestas sean un entrenamiento para luego seguir siendo felices aunque la música no suene en la plaza, porque va sonar en nuestros corazones
Aunque sea un perrito, como en San Roque, siempre hay personas, naturaleza, alguien y algo que nos acompaña y nos anima
Y eso es lo que nos empuja a seguir caminando, por larga y difícil que esté la meta
Quizás a veces nos pasa así: no descubrimos la música de la vida, la belleza, los aspectos positivos. Y no disfrutamos de su belleza. Nos negamos a la alegría
Ahora que son fiestas, hay muchas cosas que nos invitan a la alegría. Pero, por encima de todo, no podemos depender para estar felices de si la música toca o no, de si hay alicientes externos que nos alegran. La gran alegría nace de nuestro interior. Podemos descubrir razones y motivos para estar felices. Podemos vivir las maravillas de la vida, aún en medio de dificultades. Igual es cuestión de entrenarnos en vivir con esperanza y dar un tono festivo a todo en nuestra vida ¿A que a veces damos la impresión de estar sordos y no captar lo positivo, la suerte de vivir, la maravilla de ser personas, de disfrutar de una familia, unos amigos, de estar rodeados de una rica naturaleza?
Si somos creyentes, descubrimos que Dios nos quiere y está siempre con nosotros.
Ojala estas fiestas sean un entrenamiento para luego seguir siendo felices aunque la música no suene en la plaza, porque va sonar en nuestros corazones
Aunque sea un perrito, como en San Roque, siempre hay personas, naturaleza, alguien y algo que nos acompaña y nos anima
Y eso es lo que nos empuja a seguir caminando, por larga y difícil que esté la meta
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