puro buenos, tontos” y tengo dos sensaciones. Todos los que piden limosna, son caraduras” que intentan engañar. Y la única respuesta posible por nuestra parte es darles un caramelo.
Y también siento que son posibles otras salidas: intentar dialogar con ellos más allá de sus peticiones, dar origen a encontrar alternativas. Un diálogo sereno, tranquilo, amistoso, puede darles no lo que nosotros querríamos sino lo que ellos necesitan. Algo mucho más costoso que unas monedas. Tiempo y afecto. Por supuesto con alguna de esas personas.
Me parece fenomenal que se dé el dinero a una entidad, pero sí que podemos ofrecer el cariño. Hay una parroquia en Logroño donde siempre hay un grupo de personas en la calle y charlan muy a menudo con el párroco. De manera que ellos guardan la casa y la parroquia. Y le confían sus preocupaciones y alegrías.
Pienso que hay que tener la osadía del evangelio “a quien te pide una capa, dale también el manto”. Contactar con el fondo de esas personas.
Cada vez que veo una persona pidiendo en la puerta de un templo, pienso por qué los demás le dan ¿no sería mejor que esa persona entre dentro en misa y toda la comunidad dialogue con él en vistas a reintegralo? Más costoso y comprometido pero más evangélico.
Es cierto que no se puede acoger en casa a otra persona sin más pero puede haber personas o familias que lo hagan. Sí ciertamente con la ayuda de expertos en este asunto, con los protocolos necesarios, pero recordando lo de Jesús fui forastero y me acogisteis”.
Tengo una pequeña experiencia de 30 años, y cuánto bien me hacen las personas con las que convivo. Creo que podríamos plantearnos cada comunidad parroquial acoger a una persona. Y ahí sí que podrían ir todas las ayudas que se dan en la puerta y otras. Siempre viviendo aquello de ”lo que hicisteis a uno de esos pequeños, a mí me lo hicisteis”, Palabra de Jesús. Por ello, acogiendo con imaginación a estas personas, seremos de puro buenos, humanos y aprendices de cristianos.