martes, 29 de septiembre de 2015

El sentido cristiano de lo colectivo

Somos gente individualista. Desde niños. Lo que hay más allá de la puerta de casa no tiene importancia. Los problemas de los demás no son mis problemas. Queremos sobresalir con lo nuestro, que lo mío esté por encima del otro.
Sin embargo, tanto la vida como la fe es algo que tiene como base lo común, lo colectivo. Dios habla a través del grupo, a través de la Iglesia. Por eso hay que sentir con el grupo, aceptar las sugerencias e indicaciones del grupo de creyentes. Una fe individualista no tiene sentido; una fe con el sentido de lo comunitario es una fe abierta.
Es imposible que vivamos la fe comunitariamente si no crece en nosotros la valoración de nuestra vida en grupo, de que el valor grande es la vida del pueblo (no de las individualidades). Por eso habrá que pensar sobre todo para el grupo, sentir juntos las alegrías y dificultades del pueblo, hacer lo que más conviene a todos. Imposible vivir la fe en grupo si no colaboramos como grupo a la vida del pueblo.
Veamos algunos síntomas positivos de que esto funciona bien, cuando funciona bien: el diálogo franco, el tener a todos por iguales, estar abiertos al otro, no anclarse en el pasado, sentido crítico, dar apoyo, amor a la verdad, dar y recibir perdón, trabajar alguna vez sin pensar en la remuneración económica, no juzgar al otro, estar dispuesto a aprender. Sin estos síntomas la vivencia de la fe no tendría mucho futuro. Vivamos la fe con sentido de lo comunitario. Ahí tenemos futuro.

Compromiso con la sociedad

Porqué será que si estudiamos las diferentes sociedades de nuestro mundo observamos que desgraciadamente hay países ricos y países pobres, y que si profundizamos en el porqué de estas diferencias vemos que no es por la antigüedad de esas sociedades, ni tampoco por los recursos naturales que poseen.
¿Cuál es la diferencia entre esos países? ¿Qué es lo que tienen unos y les falta a los otros? Sencillamente, entiendo que, entre otras cosas, el nivel de conciencia del pueblo, de su espíritu, de su compromiso con la sociedad en la que viven. Comprometerse es obligarse a vivir juntos, a unos principios y unos fines juntos, es en definitiva una obligación ya contraída con todos nuestros vecinos.
Para que exista compromiso es preciso que exista conocimiento. No nos podemos comprometer en algo que desconocemos, sus aspectos y las obligaciones que ello conlleva. El compromiso social (Cívico) engloba las responsabilidades de todas las personas que integran una sociedad. Se fundamenta en generar la colaboración de todos los ciudadanos, no sólo de los gobernantes, también de los gobernados. La participación colectiva debe ser el objetivo de todo el “grupo”.
Todas las personas, como ciudadanos tienen un compromiso con el resto de la sociedad que implica cumplimiento de las leyes, colaboración en un desarrollo colectivo, productivo, y sobre todo predisposición para colaborar por el beneficio de toda la comunidad de la que él forma parte.
Por tanto el objetivo debe ser la evolución de la conciencia, la educación y la cultura que deben producir ese compromiso de todos para aumentar el bienestar social de la comunidad.
La conducta de las personas de los países ricos adopta el paradigma cuántico “prevalencia del espíritu sobre la materia con los siguientes principios”. Ética, integridad, responsabilidad, respeto a las leyes y reglamentos, amar el trabajo, esfuerzo por la inversión, deseo de superación, y puntualidad. Si se ve algo malo, no debe generar indiferencia, hay que modificarlo.
Nuestra preocupación debe ser por tanto la “sociedad” que es la causa, y no nos debe preocupar la clase política, que apenas es el “triste efecto”.
¿Cómo se alcanza la excelencia? Lo dijo Martin Luther King: No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética, lo que me preocupa es el silencio de los buenos”.

Recoge manzanas

Ya nos hemos habituado: parte de la fruta la tira el viento. Y se pierde. Paseando entre los árboles, sin alargar la mano hacia arriba, he percibido mucha fruta por el suelo. De todo tipo. Y he sentido rabia de que todo ese producto se pierda.
Leo que el 25% de la alimentación se pierde ¿No podemos ver formas de aprovecharlo?
En otros tiempos se usaba para las gallinas, los cerdos, las vacas… Ahora ha cambiado la geografía animal. Pero ¿podemos recuperar ciertas costumbres?
He tenido la suerte de que durante varios años he hecho la re-espiga de peras, manzanas, verduras, pimientos, uvas... para centros benéficos. Y de verdad que es rentable.
Es triste que ciertos frutos se caigan del árbol sin más. Con toda el hambre que existe. Y antes se decía que era muy caro mandarlo a países del tercer mundo. Ahora a pocos kilómetros, o mejor, a pocos metros, hay personas que lo necesitan. ¿Pudiera organizarse ese uso responsable de esos productos?

Cambiamos la portada

Cambiamos hoy la portada. Nuestras fuentes cambian. Porque en Santurde se ha renovado la plaza y con ella, la fuente. Estaba en el centro y ahora mana su agua en un lateral junto a la sacristía.
Está toda la explanada a la misma altura, sin aceras, con adoquines. En medio cuatro farolas y árboles. En otra parte unos grandes tiestos dentro de unos cajones. Pone una señal “prohibido aparcar en toda la plaza”. Porque ahora se puede recorrer y andar por toda ella.
Al hacer las obras, se han renovado e instalado nuevas tuberías y servicio de luz, teléfono, agua,…
Lo importante es que la plaza siga haciendo su servicio. Centro de encuentro, diálogo, acontecimientos, comidas, bailes, fiestas,…
No olvidemos que las plazas han sido históricamente el lugar de los Concejos del pueblo. Ahí se han deliberado todos los temas importantes del pueblo y luego se recogían las conclusiones en un arca (la vimos el otro día en misa) cerrada con tres llaves. Ahí se guardaban las conclusiones.
Plazas hay muchas. Pero lo bueno es que creen pueblo: congregación, unión, encuentro.