“Cuentan de un sabio…. Otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó”
Me recuerdo estos versos y esta fabulita al escuchar las quejas que se dicen estos días sobre la velocidad impuesta como máximo a 110. Realmente estamos tan imbuidos de una civilización del tener, que cualquier austeridad nos resulta extraña, doliente. Y no a las personas que la sufren en su vida, sino a los que estamos viviendo con cierto desahogo y nos resistimos a bajar el pistón de nuestro confort.
En la autopista de la vida, hay muchas personas que disfrutamos la posibilidad de correr, de vivir a 120,150…. Y otras que solamente pueden ir a 60 e incluso hay muchas personas que viven en los márgenes de la vida y solo pueden ir tirando, mal viviendo e incluso muriendo en los arcenes.
Lo noto ahora que intento ir lo más posible en autobuses, que vivo la realidad de las esperas en la seguridad social, que estamos en casa sin trabajo para una persona, en las consecuencias de la crisis.
¿No será bueno que descubramos la suerte que tenemos en la vida y qué interesante es que esos beneficios lleguen a todas las personas aunque me suponga un poco de privación?. De eso que es tan importante el empobrecimiento voluntario: vivir un poco menos bien para que todas las personas vivamos mejor.
Voy percibiendo algunos brotes blancos: de personas que están viviendo la crisis como profundidad para dedicarse más a ser personas, a compartir, a la solidaridad, a dedicar su tiempo al diálogo en la familia, a servicios de voluntariado.
Sinceramente celebro el que se reduzca la velocidad a 110. Igual es que estoy convertido porque he recibido alguna multa por correr demasiado. Y trato cada día más de ver las cosas andando por los arcenes de la vida.
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