Parece mentira .Pero en cuanto oímos la palabra “compartir”, “dar”… enseguida pensamos en el dinero. Y eso es lo más fácil de dar y entregar. Cuesta mucho más dedicar horas a escuchar o a estar con otras personas, implicarme en una asociación o partido, a acudir a una reunión.
Cuando me ladra el perro, le doy un trozo d e pan y ya me deja tranquilo. Cuando los niños lloran, les doy un juguete o les enchufo la tele y ya se calman.
Lo difícil es acompañar, dedicar mi tiempo, mis saberes, mis dudas, mis habilidades, mi tiempo, mi presencia. Y eso hacerlo de una forma constante.
Todos tenemos un arranque de generosidad. Pero ¿podemos dar el paso para que hagamos una sociedad nueva? Eso cuesta más de 20 euros. Cuesta tiempo, diálogo, esfuerzo, encuentro..
Suele ser corriente: viene un transeúnte, un pobre a pedirnos comida o nos pide en la calle.. La preparamos un bocata y le despedimos con cortesía o le echamos una monedita en el cestaño junto al cartel en que nos pide ayuda.. Es más complicado el meterlo en nuestra casa y que coma y que trabaje y haga la vida ..Porque compartimos, no solo alimentos, sino presencia, ropa, olores, compañía., preocupaciones. Lo costoso es la implicación personal en cualquiera de sus formas.
Parece ser, según mis informaciones, que estas navidades ha habido mayor entrega de alimentos a fondos sociales que en otras ocasiones. Y es un dato formidable. Pero la pregunta es: junto a esos alimentos ¿nos hemos implicado dedicando nuestro tiempo, nuestra casa, nuestra vida personal a favor de otras personas? Por ahí va el voluntariado.
Y el campo es muy extenso: desde dedicar unas horas a implicar mi casa hasta eso tan fenomenal de acoger a una persona y eso tan maravilloso de adoptar a una persona en nuestra familia como hijo o como abuelo, o como hermano.
Son días de generosidad y de utopía. ¿Nos vamos a quedar solamente con dar un dinero? Algo importante. Pero tenemos un corazón capaz de dar más: dar lo nuestro y darnos.
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