martes, 12 de mayo de 2015

Hace años decía una persona en una reunión: ”en este pueblo estamos muy unidos porque siempre que hay un fuego, ahí estamos todo el pueblo ayudando a lo que haga falta”. “Pues la solución es muy fácil, -le dije- cada día incendiamos un edificio”.
Es una burrada. Pero veo que para unirnos, para colaborar, para sentirnos una familia, es preciso que ocurra alguna catástrofe. Tras el terremoto de Nepal, todos nos sentimos afectados y colaboramos  con nuestra aportación.
Pero lo mejor es que no ocurran más desgracias que se puedan prever y evitar.
Por ejemplo: No son los seísmos iguales en una parte o en otra porque hay medios para construir con mayor o menor seguridad.
Muchas veces les afecta más el desastre a las personas  pobres. En las periferias físicas  es más difícil acudir en su ayuda.
Siento preciso el que nos sintamos humanidad, que haya mejor reparto de bienes, que haya comida y trabajo para todos.
Es relativamente fácil dar un donativo para los afectados. Pero ¿eso es la solución total? Hasta que ocurra otra, o hasta que nos olvidemos ¿Es una respuesta que nos duele en el bolsillo?
Hay unas campañas serias lanzadas: el 0,7,  objetivos del milenio... esto exige compromiso e implicación por parte de los gobiernos y por lo tanto de los ciudadanos.
Que no vivamos al son de los acontecimientos, sino que previamente haya una humanidad nueva.
Muy bien la preocupación por los españoles afectados en Nepal, pero… ¿Y los demás?

Hace falta un seísmo de nuestros corazones, por lo menos para que empecemos a dudar y a preguntarnos: ¿dónde está tu hermano?

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