Hace
años decía una persona en una reunión: ”en este pueblo estamos muy unidos porque
siempre que hay un fuego, ahí estamos todo el pueblo ayudando a lo que haga
falta”. “Pues la solución es muy fácil, -le dije- cada día incendiamos un
edificio”.
Es
una burrada. Pero veo que para unirnos, para colaborar, para sentirnos una
familia, es preciso que ocurra alguna catástrofe. Tras el terremoto de Nepal,
todos nos sentimos afectados y colaboramos
con nuestra aportación.
Pero
lo mejor es que no ocurran más desgracias que se puedan prever y evitar.
Por
ejemplo: No son los seísmos iguales en una parte o en otra porque hay medios
para construir con mayor o menor seguridad.
Muchas
veces les afecta más el desastre a las personas
pobres. En las periferias físicas
es más difícil acudir en su ayuda.
Siento
preciso el que nos sintamos humanidad, que haya mejor reparto de bienes, que
haya comida y trabajo para todos.
Es
relativamente fácil dar un donativo para los afectados. Pero ¿eso es la
solución total? Hasta que ocurra otra, o hasta que nos olvidemos ¿Es una
respuesta que nos duele en el bolsillo?
Hay
unas campañas serias lanzadas: el 0,7,
objetivos del milenio... esto exige compromiso e implicación por parte
de los gobiernos y por lo tanto de los ciudadanos.
Que
no vivamos al son de los acontecimientos, sino que previamente haya una
humanidad nueva.
Muy
bien la preocupación por los españoles afectados en Nepal, pero… ¿Y los demás?
Hace falta un seísmo de nuestros corazones, por lo menos para que empecemos a dudar y a preguntarnos: ¿dónde está tu hermano?
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