El brasero era un recipiente en el que se echaban y conservaban las
brasas para calentarse.
Se enciende la llana, se hacen ascuas y luego se recubre bien con
ceniza. Cuando se supone que ya está bien quemada la llama, se revuelve y
afloran las ascuas. Y se suele meter debajo de una mesa camilla.
Esto me recuerda un poco nuestra vida. Somos en la vida como leños que
nos vamos quemando, ardiendo, hasta dar el fruto del calor, del amor humano.
Las personas estamos con el
ascua del Espíritu, del Amor, de Dios actuando dentro de nosotros. Al morir
aparece la Plenitud que llevamos dentro. Somos hijos de Dios, cuando muramos, le
veremos tal cual es. Ahora experimentamos el calor, el amor, la esperanza.
Por eso los santos, los que han muerto están plenamente con Dios y le
ven cara a cara.
Mientras vivimos, vamos desarrollando todos
nuestras posibilidades y generando lumbre de Amor. Luego viviremos la Plenitud,
cara a cara con Dios. Ya vivimos un poco las primicias de cielo, como quien oye
a la orquesta en el ensayo y disfruta con los acordes. Lo que vivimos de
belleza, alegría, paz, amor, amistad, verdad... son notas del concierto divino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario