jueves, 7 de septiembre de 2017

Las binaventuranzas



Hay una copla que dice :”Cuando de mi Patrona voy a la ermita, se me hace cuesta abajo, la cuesta arriba”.
Esta es la tónica del cristiano. Cuando subo las dificultades de la vida, cuando vivo las exigencias del evangelio, ya no se me hace costoso, porque lo hago desde la alegría del enamoramiento de Jesús.
Muchas veces, vemos y sentimos el ser cristianos, como una obligación. Es que aún nos falta lo esencial: descubrir, amar, enamorarse de Jesús. Mejor, que experimente que Él está enamorado de mí
Lo veo a diario: cuando dos personas se quieren y sienten ese amor, ya no les cuesta hacer los esfuerzos, vivir las privaciones que sea necesario porque hay amor de por medio. Unos padres se quedan muy a gusto con el hijo recién nacido sin salir el sábado porque están felices con su joya.
Hay una oportunidad impresionante. Si queremos vivir el cristianismo, no vamos a seguir los mandamientos, sino las bienaventuranzas.  Bienaventurado, dichoso. Ese es el secreto: la pobreza, la no violencia, el perdón, la lucha por la paz: lo vamos a hacer con gusto cuando primero hayamos experimentado que Jesús está ilusionado por mí, que habita en mí y yo habito en él.
 Si primero vemos las dificultades, nos iremos lejos del evangelio como el joven rico. Si vemos y sentimos la alegría de Jesús, dejaremos todo e iremos tras ÉL, con Él y en Él.

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