Hay
una copla que dice :”Cuando de mi Patrona voy a la ermita, se me hace cuesta
abajo, la cuesta arriba”.
Esta
es la tónica del cristiano. Cuando subo las dificultades de la vida, cuando
vivo las exigencias del evangelio, ya no se me hace costoso, porque lo hago
desde la alegría del enamoramiento de Jesús.
Muchas
veces, vemos y sentimos el ser cristianos, como una obligación. Es que aún nos
falta lo esencial: descubrir, amar, enamorarse de Jesús. Mejor, que experimente
que Él está enamorado de mí
Lo
veo a diario: cuando dos personas se quieren y sienten ese amor, ya no les
cuesta hacer los esfuerzos, vivir las privaciones que sea necesario porque hay
amor de por medio. Unos padres se quedan muy a gusto con el hijo recién nacido
sin salir el sábado porque están felices con su joya.
Hay
una oportunidad impresionante. Si queremos vivir el cristianismo, no vamos a
seguir los mandamientos, sino las bienaventuranzas. Bienaventurado, dichoso. Ese es el secreto:
la pobreza, la no violencia, el perdón, la lucha por la paz: lo vamos a hacer
con gusto cuando primero hayamos experimentado que Jesús está ilusionado por mí,
que habita en mí y yo habito en él.
Si
primero vemos las dificultades, nos iremos lejos del evangelio como el joven
rico. Si vemos y sentimos la alegría de Jesús, dejaremos todo e iremos tras ÉL,
con Él y en Él.
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