Muchas personas rezan. Principalmente cuando tienen algún problema, cuando quieren conseguir algo. A veces, exagerando, hemos pensado que Dios es algo así como una máquina automática. Echo cinco oraciones y ¡zas! sale el favor.
Sí, yo rezo y me viene muy bien. Pero rezo como un hijo habla con su padre. Y rezar no es fundamentalmente pedirle cosas. Es alabarle, reconocerle en las personas y en las cosas, escucharle, darle gracias, confiar en su perdón, ponernos en sus manos y pedirle su Espíritu, su Fuerza, su estilo de vida para luchar en la vida.
Cuando vivo una realidad, hablo con El, sea dolorosa o agradable y lo comento. Y le escucho a ver qué me dice
Para eso es muy importante hacer silencio. Y silencio hasta de pensar. Somos capaces de estar en silencio sin pensar en nada. Hace falta un poco de ejercicio. Y no dar vueltas a nuestra cabeza y a nuestras ideas.
Hay una oración magnífica: El Padrenuestro. Irlo rezando despacio. Con uno solo vale para media hora, cayendo en la cuenta de lo que decimos e irlo saboreando, disfrutando, sintiendo. Jesús de Nazaret se retiraba solo al monte a orar y pasaba allí muchos ratos. Sentir a Dios, experimentarlo, vivirlo
No se tarta de repetir mecánicamente unas formulas como si se tratase de un grabador. Sino de ir gustando cada palabra y poner nuestro corazón en Dios
Es como estar a solas tratando de amistad con quien sabemos nos ama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario