jueves, 25 de octubre de 2012

Rezar



       Muchas personas rezan.   Principalmente cuando  tienen algún problema, cuando quieren conseguir algo.  A veces, exagerando, hemos pensado que Dios es algo así como una máquina automática. Echo cinco oraciones y ¡zas! sale el favor.

  Sí, yo rezo y me viene muy bien. Pero rezo como un hijo habla con su padre.   Y rezar no es fundamentalmente pedirle cosas.    Es alabarle, reconocerle en las personas y en las cosas, escucharle, darle gracias, confiar en su perdón, ponernos en sus manos  y pedirle su Espíritu, su Fuerza, su estilo de vida para luchar en la vida.

  Cuando  vivo una realidad, hablo con El, sea dolorosa o agradable y lo comento. Y le escucho a ver qué me dice

  Para eso es muy importante hacer silencio.  Y silencio hasta de pensar.  Somos capaces de estar en silencio sin pensar en nada.  Hace falta un poco de ejercicio. Y no dar vueltas  a nuestra cabeza y a nuestras ideas.

  Hay una oración magnífica: El Padrenuestro. Irlo rezando despacio.  Con uno solo vale para media hora, cayendo en la cuenta de lo que decimos e irlo saboreando, disfrutando, sintiendo. Jesús de Nazaret se retiraba solo al monte a orar y pasaba allí muchos ratos.   Sentir a Dios, experimentarlo, vivirlo

No se tarta de repetir mecánicamente unas formulas como si se tratase de un grabador.  Sino de ir gustando cada palabra y poner nuestro corazón en Dios

  Es como estar a solas tratando de amistad con quien sabemos nos ama.

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