Francisco, el Cardenal Bergoglio, un hombre moderado, pero de un corazón enorme y acogedor. Transpira Evangelio, y no tiene reparos en ser y parecer humilde.
Su actitud conciliadora, su opción por los pobres y su vida austera, su sobriedad, su capacidad de escucha, y su humildad, operaron en él un cambio que cristalizó en un compromiso coherente con el Evangelio. El Padre Bergoglio, no es un hombre de grandes discursos dogmáticos ni de elucubraciones abstractas.
Es un padre y pastor, que no dudo abrirá las puertas y las ventanas como el Papa Roncali, Juan XXIII, para que entre el aire fresco que renueve a la Iglesia.
Es moderado, habrá que darle tiempo, pero vislumbro la primacía de una Iglesia profética y carismática, servidora, por encima de una Iglesia principesca y alejada de la gente.
No tendrá miedo –o lo vencerá- de tomar decisiones y hacer limpieza. En Argentina Cristina Férnández y su difunto marido, tuvieron que oír sus quejas y sus denuncias ante la corrupción y la estafa e injusticias a los más pobres,
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