Una cosa es oír y otra escuchar.
Escuchar supone acoger lo que me dice otra
persona. Dejarle expresarse totalmente sin cortarla.
Muchas veces nos resulta difícil esperar a
que otra persona exponga. Y luego antes de responder, será interesante hacerme
cargo de lo que ha dicho realmente, no de lo que yo he podido entender.
Cuántas veces cortamos al hablar porque
tenemos prejuicios y “ya sabemos lo que nos va a decir”. Así luego le
respondemos, no a lo que nos ha dicho sino a lo que yo he entendido.
Suelo contar siempre esta anécdota: Llevo a un señor al médico y le hacen una
“biopsia”. Informo de ello a otras personas.
Y enseguida me entero de que al enfermo le han hecho la “autopsia”.
Cuántas malas interpretaciones, disgustos,
malos rollos evitaríamos si escuchásemos bien.
No es cuestión de sordera, sino de ser fieles
a lo que el otro ha dicho.
Y el otro- la otra me habla no solo con
palabras sino con gestos: llorando, levantando las manos, asintiendo con la
cabeza,… Esos gestos son muy elocuentes
y es preciso darnos cuenta a ver qué nos están diciendo.
Cuando
otra persona me cuenta un problema, no es momento de darle recetas, sino
de demostrarle en principio que le he escuchado y me he enterado de su
problema. Sin juzgarlo, sin dar recetas, sin ofrecer otros casos parecidos.
Cada persona merece un respeto y lo primero es ESCUCHAR.
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