domingo, 15 de marzo de 2015

¿Qué tiene que pasar para que actuemos?

Es una frase que la voy oyendo a periodistas, políticos, agricultores... y sobre todo la voy viendo sufrir a muchas personas.
Si lo que ocurre (riadas, peste, ébola, hambre, desahucios…), les sucede a otras personas que nos son ajenas, ya pueden caer rayos y truenos, que no nos inmutamos. Es preciso que “nos” ocurra a nosotros o que de alguna forma “nos “ afecte.
Nos fijamos, nos quejamos, nos dolemos cuando algo nos toca nuestros intereses, familiares, sentimientos, dinero, propiedades, vida…
El mirarnos solo nuestro propio ombligo, nos lleva  a encerrarnos, a quedarnos dentro de  nuestro caparazón.
Y encerrados, nos privamos de ver y vivir la riqueza que contienen todas las realidades.
Si otras personas se alegran o sufren, soy yo el que más crezco, el que más persona me hago, si colaboro, si me comprometo con esa persona.
La comodidad nos tienta. Pero, si nos quedamos sentados, sin actuar, nos vamos quedando  paralizados y renunciamos a todo lo que es vida.

Qué suerte si cualquier dolor o alegría de los demás me resulta propia y me mueve a actuar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario