LLEVAMOS fama de estar pidiendo siempre. Y puede ser
que te lo parezca. Pero es que se trata de ser cristiano, de ser
seguidores de Jesús. La vida de Jesús, su Persona no se
entiende sin ver que Él se entrega siempre y totalmente a los
demás. Se acerca y ayuda a los débiles, a los enfermos, a los
marginados. Ese es el sentido de Jesús. Y nosotros, si de
verdad hemos experimentado a Jesús y su Presencia en
nuestra vida, nos sentiremos impulsados a hacer lo mismo:
darnos a los demás.
Una hija estaba atendiendo a su madre y la madre se sentía
todo contenta. “Es que lo he aprendido de tí desde pequeña”-
decía la hija.
Amar es trabajar para que el mundo sea más justo y no haya
tantas diferencias entre ricos y pobres, acompañar a los que
sufren, a los marginados, a los enfermos, a todos los que lo
necesitan.
Será una gozada el momento en que no veamos esto como
una carga sino como una suerte, una oportunidad. El vaso
lleno, si le echo más agua, se desborda hacia fuera y sale el
agua. Nosotros, si experimentamos a Jesús, nos sentiremos
impulsados a amar, no por obligación sino por sentirnos
llenos de Jesús y de su Amor. Compartir nuestra persona,
nuestros bienes, nuestro tempo, no es una obligación, es un
don, una suerte. La bombilla, si doy la llave de la luz, no
puede menos de lucir, si está conectada a la corriente.
Nosotros, no podemos menos de amar, si dejamos que actúe
en nosotros la Vida de Jesús.
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