Me
ha gustado esta frase. Mientras arrecian las trompetas y suenan los cohetes de
San mateo, nos dicen que 10 millones de etíopes corren peligro de morir de
hambre por la sequia. Diariamente el
mar se traga una buena ración de
refugiados que tratan de huir de la miseria con lanchas.
Pero
es como el sordo que pasaba entre la música y se extrañaba de que todos
bailasen. Él no escuchaba nada. Nosotros
permanecemos sordos ante estas catástrofes. Estamos sordos y ciegos y no
sentimos en el corazón ese sufrimiento.
Ya
lo decía ayer: he puesto una alarma en mi reloj para que a lo largo del día
suene y me haga recordar y pasar por el corazón ese sufrimiento, ese dolor,
esas muertes. Y a ver si el corazón me mueve a actuar.
Ya
no vale solamente con compartir ropa, zapatos, alimentos… Hay que actuar a
través de firmas, de colectivos por la justicia, de los partidos políticos, de colectivos
que luchan por dar una oportunidad a los refugiados, para que cesen las
guerras. Si de verdad nos unimos y damos mucha guerra, nuestra voz se va a oír
y conseguiremos.
Un
camino es: ver y oír las noticias con el dolor
con que se mira.
No
puedo vivir al margen de lo que ocurre y decir ”ya lo arreglarán”. Me siento
responsable y parte activa de la solución.
¿Cómo? Pienso mis respuestas.
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