Sorprende ver a Jesús rodeado de tantas mujeres. ¿Qué encontraban en él aquellas mujeres judías o paganas? ¿Qué las atraía tanto? Sin duda veían en él una actitud diferente.
Jesús suprime o corrige esquemas y criterios de valoración que favorecen una visión negativa de la mujer como un ser inferior al varón.
La dignidad última de la mujer no está en la maternidad ni en la atención a las faenas del hogar. Según Jesús, la mujer, lo mismo que el varón, está llamada a escuchar la Palabra de Dios y acoger el reino de Dios. Esto es lo primordial en su vida.
Jesús critica una sociedad patriarcal que favorece una relación de dominio y poder del varón sobre la mujer. Dios no bendice estructuras que generan dominación del varón y sumisión de la mujer.
Jesús concibe su movimiento de seguidores y seguidoras como un «espacio sin dominación masculina». En la «nueva familia» que Jesús va formando al servicio del reino de Dios desaparece la «autoridad patriarcal» de los varones. La llamada de Jesús arranca a varones y mujeres de la familia patriarcal en la que vivían. Ahora, junto a él, los varones pierden poder y las mujeres ganan dignidad. Solo así se va formando una sociedad nueva, fraterna y solidaria, al servicio de los más débiles y pequeños. Esta sociedad es la que anuncia y prepara el reino de Dios.
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