viernes, 31 de julio de 2009

PRIMERO, EL BOTIQUIN

Cuando hay un enfermo que sufre por cualquier accidente y llega el médico, lo primero que hace es abrir el botiquín y aplicarla las medicinas y los remedios que mejor le van. Luego ya llegará el momento de tomar notas, rellenar los impresos….
Así en la vida: cuando nos encontramos con una persona, lo primero es ayudarle, echarle una mano, sanarle en su espíritu y en su cuerpo. Si empezamos por echarle un sermón y acusarle de que lo hace mal, de que él es culpable de lo que está pasando, no le curamos. Si alguien llega con hambre, con necesidades, habrá que ayudarle a quitar ese hambre y luego ya buscaremos la forma de que sea responsable y se ponga en el camino de arreglarse.
En definitiva, que primero hay que ser samaritanos antes que jueces.
Y cuántas veces, escudándonos en los fallos de los demás, les dejamos tirados y no les ayudamos. Que es mucho más que darles un dinero. Es acompañarles para que vayan creciendo y sanando como personas. Pero eso solo lo podemos hacer desde el amor a esas personas.
Y siempre hay que estar abiertos a dar una oportunidad nueva. Siempre hay posibilidad de que esa persona cambie, se arregle. Yo diría que depende directamente del cariño con que le tratemos.
Siento que estamos muchos jueces con la ley en la mano y faltan médicos de personas con el corazón a flor de piel. Eso es lo que cura. Saquemos primero el botiquín y veamos qué necesita cada persona. Luego ya rellenaremos la ficha. Que por cierto al rellenarla, igual nos damos cuenta de que tiene muchas más cosas positivas de las que nos imaginábamos.

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