La trona es una silla que se levanta a una distancia justa del suelo, de modo que un adulto sentado pueda dar de comer al niño sin tener que inclinarse.
Me choca mucho cuando los niños están en misa y llega la comunión y ellos no comulgan. Porque pensamos que no pueden aún comprender de qué se trata.
Ahora ya en la comunión comulgan con Jesús, con su entrega, con su partirse y repartirse, con la Eucaristía.
La comunión no es un acto aislado sino la continuación de un proceso que sigue y que tiene algunos momentos especiales de celebración, como el bautismo, la confirmación, la eucaristía, el matrimonio… Todo en PROCESO. No se trata de hechos aislados, sino de pasos en una vivencia cristiana. La comunión es algo esencial en toda misa: compartir a Jesús que se parte y se reparte.
Por eso, toda Eucaristía tiene el sentido de sencillez, entrega, compartir.
Es pasar de la trona de los niños pequeños a la mesa de los mayores.
Claro que esto nos invita a las personas mayores a comulgar. Lo bonito es cuando toda la familia come unida. No hagamos aquello de dar de comer a los niños antes para que nos dejen tranquilos. Todos y todas invitadas por Jesús a su Mesa y a Acoger su Persona.
En el camino de la vida, todos necesitamos alimento para tener fuerzas y poder andar. Como cristianos necesitamos alimentarnos con la entrega de Jesús y no ser personas que nos sentamos en la trona, sino que participamos como activos en la mesa de la vida y de la comunidad cristiana.
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