El verano no perdona. Está preñado de tormentas humanitarias.
Un hecho especial es el ébola con los miles
de muertos que trae consigo.
Estamos viendo que varios misioneros han
contraído esa enfermedad. A dos los han sacado
y traído a España. Varios van muriendo.
Se me ocurren así a vuela pluma estas
reflexiones:
Si esto ocurre en Europa o América del
norte, estaríamos toda la humanidad en alerta y poniendo remedios eficaces, o
por lo menos implicándose todos los organismos competentes y toda la población
Es admirable que un misionero y una
misionera hayan sido traídos para poder recuperase después de contraer la
enfermedad. Al final ha muerto el padre Miguel Pajares Pero lo que realmente me admira es que
todos los misioneros y voluntarios de diversas ONG y diversas religiones han
optado voluntariamente por seguir en esos países y vivir la misma suerte del
pueblo, sabiendo que tienen muchas
probabilidades de morir. Realmente es
admirable. ¿Nos vemos nosotros en esa situación: qué hacemos? El instinto de
conservación nos lleva a huir, a protegernos. Pero el AMOR lleva a estar ahí, a
acompañar y ayudar a quienes lo pasan mal, a vivir la misma suerte de los
pobres
Me parece
algo tan grande y tan importante que realmente esto nos dignifica a la humanidad. Y no solo para echar un
¡bravo! por ellos sino para implicarnos nosotros con una caridad que sea
dolorosa, que nos cueste, que nos suponga renunciar a lo nuestro..
Estos sí que son testigos de verdad
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