El hecho es muy bueno. Una abuela
estaba a las puertas de un supermercado pidiendo limosna,
precisamente cuando se estaba recogiendo los alimentos donados por
los particulares (no por las empresas, qué ¡
vaya negocio que
hacen ¡) para operación kilo. Varios compradores le entregaron
parte de su compra como limosna. Cuando ya había acabado el tiempo,
ella cogió todas las bolsas que le habían entregado y las dio a
los voluntarios de operación kilo.
Me tiene intrigado el ambiente de
solidaridad que nos dicen que vivimos. Porque nos ha comentado el
papa Francisco, que la solidaridad, para ser auténtica, ha de ser
dolorosa. Vaya, que nos duela el bolsillo y la cartera.
Dar lo que me sobra o me cuesta poco,
puede ser bueno, pero ¿somos capaces de más?
Y puesto a reflexionar, me voy a fijar
en algo que no cuesta dinero. Algo más profundo. Siento y percibo
que cuando hablamos de los parados, discapacitados, presos,
toxicómanos, alcohólicos…… solemos cargar y juzgar como
culpables de alguna forma de su situación. Somos un poco jueces.
¿Sería positivo que tratemos de
empatizar, de entrar en sus sentimientos sin juzgar, simplemente
escuchando, gozando y sufriendo con su sufrimiento? Y para ello
intentar compartir tiempo con ellos. Y si es casa, comida, presencia
, mucho mejor.
Siempre decimos: “no es porque sea
mi nieto, pero es más majo…! Eso, que los veamos y sintamos como
familia. Y entonces, igual cambiamos de sentimientos y de actitud.
En Belén no se enteraron de quiénes
eran aquellos” jovenzuelos “ que pedían posada. Tan joven ella y
en estado…Qué poca responsabilidad.
Vaya que compartiendo sentimientos,
igual no necesitamos Cueva en Belén
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