Una
cosa es el envoltorio, la cáscara y otra el contenido: la carne de la nuez.
Me
recuerda esto una conversación que tuve. Ayer: “¿Por qué -me preguntaban – no
nació Jesús en verano y pasaríamos menos frio con los belenes y cabalgatas?
Sabemos en principio, es invierno en una parte del planeta y en la otra verano.
Pero es que no sabemos la fecha del nacimiento de Jesús ni la hora. Es
sustitución de la fiesta romana del nacimiento del dios Sol.
Me
da la impresión de que en Navidad nos toca mucho la forma de narrarlo y nos
quedamos con lo externo sin llegar a descubrir el mensaje. Nos quedamos con la
cáscara.
La
estrella, los ángeles, los pastores, los magos… pueden ser perfectamente con
sus circunstancias el ropaje. Pero lo importante es el contenido: personas
buscadoras de sentido para su vida, que descubren a Jesús. Iluminación que les
viene de las Escrituras, verdad que encuentran en los pobres y en la realidad
sencilla de la vida.
En
la comunidad cristiana hablamos de lenguajes literarios. No podemos leer igual
la poesía del Cantar de los Cantares que la novela de Jonás o la historia de
los Macabeos.
La
infancia, escrita en el primer siglo, tiene un estilo y unas formas de
narrarse. Pero, ojo, una cosa es el mensaje que nos transmite y otra el papel
de los personajes, el estilo,…
Todos
sabemos que Superman no ha existido y entendemos lo que quiere significar.
Jesús es lo importante. Lo que le rodea, incluido la forma de contarlo, es
ropaje literario. Género literario. Cuando el dedo señala la luna, hay que
mirar la luna, no el dedo. Cuando veo todas las carrozas, veo que nos quedamos
en el dedo y se nos olvida aquello que los Magos buscan, que es Jesús.
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