Hemos celebrado la Semana Santa. Mejor dicho, lo que hemos llamado Semana Santa. Pero siendo fieles a la realidad, hemos vivido - en gran parte - unas fechas de vacaciones. Invito a hacer un recuento de las personas que hemos participado como media en las celebraciones litúrgicas. Sería un buen barómetro de nuestro cristianismo.
Es muy pequeño el número de personas que participamos en las celebraciones de la liturgia. Sí, más en las procesiones, pero como espectadores o como religiosidad.
Me decía ayer una joven: “Desde que tenemos este papa, ya hay menos animadversión a la iglesia”. Pero de ahí hay un enorme paso hasta llegar a una fe personal, convencida, experiencial, comprometida.
Me ha hecho pensar, mucho:
Muchísimos, perdonad, ya no creen en lo que celebramos: Ultima Cena, Muerte de Jesús y Resurrección. Son espectáculos, historietas que no influyen en nuestras vidas.
Otras personas somos miradores desde fuera.
Y como aspecto curioso, los niños y los jóvenes están ausentes totalmente en las celebraciones litúrgicas. Hemos dado importancia a las procesiones y dejamos las celebraciones litúrgicas y su Mensaje.
No es juicio ni crítica. Sino interrogante: ¿por qué hay tal ausencia? ¿Estamos en una sociedad no cristiana? Para mí esa es la realidad. Y hemos de partir de ahí. Estamos en una sociedad no creyente (que no significa ni mejor ni peor).
Hay un gran salto que dar, desde celebrar las ceremonias, a vivir los mismos sentimientos que tiene Jesús.
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