domingo, 18 de septiembre de 2016

«Pobreza» se escribe en femenino


Escuchamos a menudo que «la pobreza tiene rostro de mujer», pero ¿a qué se debe? ¿Cómo influye el género en el riesgo de sufrir pobreza? ¿Realmente visualizamos esa realidad? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de feminización de la pobreza? ¿Qué supone este fenómeno para las mujeres?
Algunos datos:
A día de hoy, los derechos económicos de las mujeres siguen siendo vulnerados. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la extrema pobreza afecta a unos 1.500 millones de personas; y el 70% de ellas son mujeres.
Junto a la dificultad de acceso a la educación, a la tierra y al crédito, o a la mayor precariedad y vulnerabilidad en el mercado laboral, uno de los factores que contribuyen al empobrecimiento de las mujeres es la brecha salarial.
Las políticas económicas centradas en los recortes de las retribuciones a la población asalariada tienen un efecto directo en la desigualdad entre mujeres y hombres, ya que acarrean como consecuencia directa un aumento de la discriminación salarial. Dichas políticas han afectado a todos los sectores de actividad, pero en los sectores más feminizados, retribuidos con bajos salarios, han empeorado las ya precarias condiciones salariales de varios millones de trabajadoras.
El perfil medio de la persona usuaria de servicios sociales es el de una mujer de 36 a 50 años con estudios primarios, con hijos, en paro y con unos ingresos medios mensuales de entre 300 y 500€.
El 66,6% de los 796 millones de personas adultas analfabetas del mundo son mujeres.
Las mujeres cobran de media un 23,9% menos al año que los hombres por ocupar puestos de trabajo de igual valor…
Y se podrían seguir aportando más datos.
Si bien tanto mujeres como hombres sufren pobreza, a la luz de estos datos no es arriesgado afirmar que la pobreza también es una cuestión de género y que la idea de que la vida de las mujeres está mejorando en todo el mundo es un espejismo.
Sonia Herrera (Especialista en igualdad de género)

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