Me
pasa últimamente muy a menudo. Cuando presido una boda o un entierro, resulta
que las personas asistentes no
responden. Es más, veo que no saben lo que hay que responder en misa.
Es
la falta de costumbre.
Y
por supuesto, es respetable. Yo lo siento porque a mí me encanta el celebrar
una eucaristía con los fieles, todos a una, en comunidad. Viviendo el Recuerdo,
la Presencia y la Acción de Jesús. Eso me anima y me ayuda.
No
se trata de ninguna ceremonia donde hay que colocarse a la derecha o a la
izquierda, sino estar junto con otros cristianos viviendo la Presencia de
Jesús, Muerto y Resucitado.
Qué
grande y qué profundo revivir la entrega de Jesús y cumplir su mandato de
entregarnos nosotros a los demás.
Ciertamente
igual no ayuda demasiado a crear ese espíritu, cuando los que vamos a la
eucaristía, nos colocamos cada uno en un banco y no nos sentimos comunidad
cercana.
Hay
días que hacemos un prodigio: con 24 personas ocupar 25 bancos.
Es
gozoso el sentirnos cerca, el compartir nuestras alegrías, penas y oraciones,
el celebrar en familia.
Yo
por lo menos, disfruto un montón cuando estamos todos en torno al altar. Siento
y percibo la fraternidad.
Ánimo:
coloquémonos alrededor del altar, lo más cerca posible.
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