jueves, 22 de junio de 2017

Las varas de avellano

En un pueblo había un padre de familia numerosa, con huerto y una casa. No tenían otra cosa. El padre sentía llegar su hora. Quiso darles un consejo pero no se lo dio por palabras. Se lo dio con un ejemplo.
Los convocó a los cinco. Todos en su habitación. Diciéndoles con cariño: “me vais a hacer un favor: bajaos los cinco al huerto, llegaos al avellano y me subís cada uno con una vara en la mano”.
Los hijos todos pensaron que su padre desvariaba. Pero los cinco subieron, cada uno con su vara. “La herencia de vuestro padre, hoy la vais a recibir. Escuchad con atención lo que os voy a decir: Tú, que eres el más pequeño, recoge las cinco varas y pártelas todas juntas. No te va a suceder nada”.
Grandes fueron los esfuerzos no lo pudo conseguir. El hijo se puso triste, el padre se echó a reír. Las varas fueron pasando del más pequeño al mayor, pero complacer al padre ninguno consiguió. El padre tomó las cinco y las volvió a repartir, mandando que las partiera cada uno por sí. Cada cual partió la suya con suma facilidad.
“Esta es la herencia, hijos míos que os voy a dejar: si el día que yo muera vais cada uno por un lado no llegareis a ser nada, la vida solo da palos. Si los cinco estáis unidos os apreciáis como hermanos, no habrá ninguno que parta las varas del avellano”.

Con esto quiero deciros: “La unión hace la fuerza, ninguno os vencerá aunque no os lo parezca “.

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