domingo, 1 de febrero de 2015

La humildad

Un día, escribe un autor, me preguntó mi padre:
Además del cantar de los pájaros, ¿Escuchas algo más?
El ruido de una carreta, respondí.
Sí, me dijo mi padre, es una carreta vacía.

¿Cómo sabes papá,  que es una carreta vacía, si no la vemos?
Es muy fácil saberlo. Una carreta cuanto más vacía está, más ruido hace.
Así es, cuantas personas nos encontramos pregonando sus virtudes, sus logros, sus cosechas, en fin dando mucho ruido y menospreciando a los demás. Pero si profundizamos un poco en esas personas, en su interior, en sus obras hacia los demás, en su esfuerzo por conseguir un mejor bienestar para todos, veremos que están vacías, que no tienen nada dentro, como la carreta de nuestra historia.
Humildad es un término que proviene del latín (humilitas), que a su vez deriva de la raíz (humus), es decir hace referencia a la parte más baja de la tierra, al suelo, pero curiosamente esa parte es la más fértil, de donde salen los productos que diariamente comemos.
Johathan Sacks, un rabino judío, escribe en sus obras hablando de la humildad, que a Moisés en la Biblia, se le describe como un hombre humilde. Sin duda lo fue ya que era ni más ni menos,  quien hablaba con Dios.
Sólo añadir a lo anterior que efectivamente, la humildad es buena para nuestra vida, mientras que la soberbia no lo es.
La humildad es una gran virtud que implica un conocimiento de las propias limitaciones y debilidades que acompañan a nuestras aptitudes y/o virtudes.

Muy importante es que sepamos lo frágiles que somos para no ser soberbios, y poder vivir humildemente dando gracias  a Dios por todo lo que tenemos. (Isaac )

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