Normalmente el jueves santo hacemos y vivimos el lavatorio de pies. Lavar los pies a otras personas, como lo hace Jesús. Maravilloso porque esa es la postura cristiana de servicio.
Pero, andando con el agua, siento que es muy importante mojarnos, meter las manos en el agua. Mojarnos con la realidad de la vida, con las alegrías y las penas. Es fácil mantenerse al margen, estar con las manos secas. Pero un día nos mojaron, nos bautizaron, y expresaron en nuestra vida que queremos mojarnos, llenos de Dios, entrar en la vida con toda su realidad.
El sábado, los que quisimos, nos mojamos las manos., como signo. Queremos estar en la realidad, y si esa realidad toca a los de la periferia, mejor.
Es preciso abrir bien los ojos y ver la realidad. Y desde ahí, potenciar lo positivo y recuperar lo débil y negativo.
Por cierto- ya lo dice el Papa- ¿Por qué nos mantenemos tranquilos ante tanta muerte, ante tanta guerra, ante tanto terrorismo, ante tanta agresión a los cristianos en Oriente Medio? ¿No es hora de implicarnos con nuestra realidad cercana y también con la menos próxima, pero humana?
A mojarse nos invita el Resucitado:”Toma tu mano y métela en mi costado. Toca mis heridas”.
La palangana está preparada: ¿quieres mojarte?
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