Veo a las personas, debajo de los nogales, y muchas llevan la
señal en las maños. Las nueces, al
limpiarlas, dejan el verdor en las manos y uñas y cuesta un montón limpiarlas.
Dura el verdor mucho tiempo.
Así me gusta que me marquen mis creencias, mis experiencias.
Estos días se apuntan los niños y los jóvenes a catequesis. Me gustaría que no sean cosas
de memoria que enseguida se olvidan sino experiencias que marcan a las
personas. Como los cocones. La razón está en que tenemos que mancharnos para quitar la piel,
el pellejo.
Las personas que experimentan, que quedan marcadas por lo que hacen,
eso les dura. Hay muchas personas que han estado de voluntarias este verano en
Grecia, en los campos de refugiados. Y eso les ha marcado. Viene con las
señales del dolor y el sufrimiento. Eso no se borra. Hace falta lejía, hace
falta trabajo positivo a favor de los
refugiados para ir limpiando el dolor de Tesalónica e ir ayudando a vivir con
mejores condiciones, por lo menos, con vivienda.
Me gusta mucho que en varias parroquias, dentro de la catequesis de
niños y de jóvenes tienen la experiencia de algún centro donde se vive con
personas con problemas (Caritas, Cocina Económica, hospital…); la mancha que
eso les deja difícilmente se quita.
Experimentan el dolor. Y eso es como la marca de los cocones.
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