domingo, 30 de agosto de 2015

Funerales

Ayer participé en un funeral como un cristiano más... Y sentí que esa celebración me recordaba otra forma de vivir a Dios. Me sonó a costumbre, a fórmulas hechas, a tratar de convencer a Dios en favor del difunto.

Dice una señora de mi pueblo que “Dios anda mal de memoria”. Y puede que lleve razón porque nos pasamos medio funeral y media eucaristía diciéndole “acuérdate”... ¿Es posible que haya que recordarle las cosas y sobre todo el nombre de sus hij@s? Y todo porque pensamos que tiene que echar una mano, ya que parece ser que la salvación de Jesús no es bastante.

Así nos pasamos la misa diciendo no sé cuántas veces: “El señor esté con vosotros”. Y así seguimos a lo largo de la celebración y ni siquiera tras la palabra, tras la comunión descubrimos que “ya” está con nosotros y en nosotros. Es curioso, porque seguido decimos en el prefacio “en Él vivimos, nos movemos y existimos”.

Me echaron una regañina porque en una celebración de la vida, la muerte y la plenitud de Vida, celebré porque ya estaba el difunto en la plenitud de Dios. Y ¿si había hecho cosas mal...?

Es curioso. Mi padre murió hace muchos años. Somos dos hijos curas. Y me di cuenta de que por tener dos hijos presbíteros, y aunque le dijésemos más misas, no suponía mayor salvación para él. Mi madre -fiel creyente pero con algunos años- sigue encargando la misa cada año en el aniversario en la parroquia.

Nos acosa la rutina y hacemos celebraciones sin estar en ello. Por dos veces me ha ocurrido que en la oración de los fieles he dicho textualmente: “que se caiga el techo y nos pille a la mitad...” Y automáticamente han respondido la mayoría de los participantes: “Te rogamos, óyenos”. Menos mal que solo lo pedía para la mitad de las personas.

Qué problemas si en una eucaristía me olvido de decir el nombre de la persona difunta... Nunca he cobrado, pero muchas familias no se quedan tranquilas si no dan el dinero.

Y luego, el tema de las flores. Cuantos más ramos, más apreciado era el difunto... He visto con alegría que las Hijas de la Caridad en un pueblo pequeño, cuando moría alguna de ellas, llevaban simplemente tres rosas.

También un compañero cura dejó escrito y así se hizo que el dinero que querían gastar en flores se dedicase a una obra concreta: a la Cocina Económica.

Nos cuesta vivir que Jesús resucitado nos une a Él en la muerte y en la Vida. Que no necesita ni de nuestras oraciones ni de nuestras obras. Esas vienen como consecuencia de sentirnos amados por Él.

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